En pocos minutos Enzo apareció.
—¡Papá!
Cristina corrió hacia él.
—¿Cristina? —frunció el ceño—. ¿Otra vez molestando a Luciana? ¿Cuántas veces debo decirte que entre nosotros no hay nada? ¡Ella no es esa clase de mujer!
—Papá… —la muchacha alzó la cara, dolida—. ¿Y mamá? Está enferma y solo quiere que vuelvas a verla.
—Cristina… —Enzo se mostraba reacio.—Los asuntos entre tu madre y yo los resolveremos nosotros; no te metas.
—¿Papá? —Cristina no lo podía creer—. ¿Después de tantos años juntos vas a ser tan cruel?
—Cristina —negó con la cabeza—, lo tuyo y lo de tu mamá es demasiado complicado para que lo entiendas.
—¡No, no! —Cristina se tapó el rostro y rompió a llorar—. ¡Papá, no hagas esto! ¿Qué hizo mamá para que la trates así… y a mí también?
—Cristina… —Enzo abrazó a su hija para calmarla—: Pase lo que pase entre tu madre y yo, tú siempre serás mi hija. Eso no cambia.
—Papá…
Padre e hija se fundieron en un llanto desconsolado. Luciana, incómoda ante la escena, se retiró en silenc