—Sí… —admitió.
Frunció el ceño—:
—¿Insinúas que Enzo odiaba a mi madre? ¿Tanto como para seguir persiguiéndola aún muerta y… transferir ese odio a la hija? ¿Qué clase de rencor sería ese?
No alcanzaba a imaginarlo.
—Pero tampoco cuadra —murmuró—. Enzo nunca me ha lastimado.
Por sospechoso que fuera, lo cierto era que solo le había tendido la mano.
—Me ves aquí, completa.
—Lo sé —asintió Alejandro, pensativo—. Esa parte tampoco la comprendo. Solo desentrañando qué pasó entre él y tu madre obtendremos respuestas.
Luciana guardó silencio, cerró los ojos y se frotó las sienes.
Dolor de cabeza.
¿Cómo se había complicado todo tanto?
—Tranquila, Felipe lo está siguiendo de cerca —Alejandro no soportaba verla así y suavizó la voz—. Quizá al final sea un malentendido. Te lo conté solo para que estés atenta, por si acaso.
—Ajá —Luciana asintió—. Lo comprendo.
—Ya es tarde —le tomó la mano—. Vamos a dormir.
—Está bien.
Luciana se levantó y fue a acomodar la cama del otro lado.
Por las heridas de