Las dos amigas rieron. Mariana tenía una reunión, así que después de charlar un rato más, se despidieron muy afectuosas.
En lugar de volver a su hogar, Lucía se encontró vagando sin rumbo fijo. Sin darse cuenta, sus pies la guiaron directo hasta el edificio de su antiguo colegio secundario. Se sorprendió al notar dónde estaba, cayendo en cuenta de que había transcurrido más de una década desde sus días de estudiante en aquel preciso lugar.
Con el desarrollo de la sociedad, la escuela había cambiado demasiado. El interior se había renovado y ampliado, con varios edificios nuevos. Sin embargo, la antigua piedra en la entrada, desgastada por el tiempo, seguía intacta con la inscripción “Escuela Libertad y Progreso”.
Esta era su secundaria, y el lugar donde conoció a Mateo por primera vez. Nunca olvidaría aquel 13 de agosto, precisamente el día que casi muere.
Justo en esa puerta, al salir de clases al mediodía, unos secuestradores enmascarados y armados tomaron como rehenes a varios estud