Al ver esto, Carolina no pudo mantener la calma. Su furia se disparó enseguida.
De inmediato, hizo una señal a su guardaespaldas: —Sigan a Mateo y a Lucía.
Si Lucía había sido detenida, era imposible que Mateo no interviniera.
Y así fue.
Mateo ya había llegado a la comisaría.
Lucía, Mariana y Julia estaban retenidas en la misma sala de interrogatorios. Julia tenía sus contactos; solo con que alguien viniera a pagar su fianza, podría salir de la comisaría.
Había pedido deliberadamente estar en la misma sala que Lucía y Mariana.
Solo así, cuando la liberaran, podría humillarlas y de la peor manera.
Pero nunca imaginó que llegaría primero alguien para sacar a Lucía, y que esa persona no sería otra que el presidente del Grupo Rodríguez, ¡Mateo en persona!
Mateo vestía una impecable camisa gris humo y pantalón negro. Con su metro ochenta y ocho, se mantenía erguido e imponente, ocupando su propio espacio. La agudeza en su mirada era imposible de ignorar.
En el momento en que Mateo apareció,