Mateo podía ser dulce o cruel, pero ni imaginar siquiera mencionar el divorcio.
Lucía intentó retirar la mano, pero él la sujetó con más fuerza: —Lucía, no te pongas así.
Lucía con estas palabras se sintió aún peor: —¿Ahora resulta que me estoy poniendo difícil? Si piensas igual que tu madre, puedo perfectamente devolverte los doscientos mil dólares.
—Lucía, ¿de dónde vas a sacar doscientos mil dólares? —Mateo no le creía.
Mientras tanto, el coche avanzaba poco a poco. Las puertas estaban bloqueadas por el cierre centralizado, imposible abrirlas.
Lucía respondió con voz ronca: —No los tengo, pero puedo ganarlos.
Mateo sonrió: —¿Y cómo piensas ganarlos? Si sales del Grupo Rodríguez, ¿quién crees que te aceptaría? ¿Cuánto planeas pagarme al mes? —sin esperar a que Lucía respondiera, continuó riendo—: ¿Cuánto tiempo piensas que tardarías en saldar esos doscientos mil dólares?
Lucía guardó silencio por unos minutos. No había considerado todo eso todavía. Pero ya que Mateo preguntaba, podrí