—Te lo traje —dijo Lucía, sacándolo de la bolsa—. ¿Es esto?
Mateo, que estaba de mal humor, suavizó su expresión al ver que ella lo había recogido y no se lo había entregado a otra mujer. Sin embargo, no pudo evitar preguntar: —¿Por qué lo recogiste y aun así la dejaste venir?
Lucía miró a Karen: —Pregúntale si fue ella quien insistió en venir a pesar de mis advertencias. Yo no cargo con esa responsabilidad.
La mirada de Mateo se dirigió a Karen. Ella, que al principio quería aparentar vulnerabilidad para despertar su compasión, comprendió al instante que lo único que había hecho, era meter la pata. Con miedo respondió: —Yo... solo quería cuidarte, atenderte. Lo siento mucho, fue mi error. No entendí muy bien las cosas cuando lo hice. La próxima vez te escucharé, te lo prometo.
—Largo —sentenció Mateo con frialdad.
Era la primera vez que Karen recibía un trato tan distante de él, nada parecido a las charlas que solían tener en la villa. Tiempo atrás, él incluso había querido ayudarla p