Cuanto más escuchaba a Lucía, más absurdo le parecía:
—Estás imaginando demasiado, todo lo que dije es verdad.
—¿Te atreves a decir que no te gusta el señor Rodríguez? —preguntó Karen mirándola a los ojos.
Ya que hablaban de verdades, Lucía se quedó sin palabras ante esta pregunta.
—Tu silencio lo confirma todo.
Como mujer, su presentimiento era acertado: Lucía estaba enamorada de Mateo.
Después de tantos años, Mateo no se había enamorado de ella, lo que significaba que no tenían futuro alguno.
Pero Lucía tampoco permitía que otras mujeres se le acercaran al señor Rodríguez.
Por eso tenía tan poco ningún tipo de rumores románticos, seguramente ella había interferido bastante.
—Señorita Díaz, podemos competir de manera justa. Si pierdo así y de esa manera, lo aceptaré —dijo Karen con gran sensatez—. Si el señor Rodríguez no me quiere, me retiraré y no lo molestaré más.
Lucía encontró esto un poco ridículo:
—¿De verdad crees que te veo como una rival?
Karen lo tenía claro:
—Sé que has es