CEO encubierto
CEO encubierto
Por: MelvinG Autor
Capítulo 1: Encubierto

El auto negro se parqueó frente al restaurante, de este salió un hombre vestido de traje fino y elegante, quien llevaba una rosa roja en su mano derecha.

El caballero de apariencia lustre, pecho erguido y altura envidiable, se dirigió hacia donde lo esperaba su novia; una vez frente a ella, se arrodilló y le extendió la hermosa flor.

Sin embargo, el semblante de ella, una chica hermosa y de familia adinerada, mostraba decepción; al mismo tiempo en que observaba el detalle con disgusto, que aún se encontraba en la mano de su chico, ya que ella estaba esperando un regalo más costoso.

—Hola, amor, estás muy hermosa hoy. ¿Puedes creer que vi esta rosa y me acorde de ti al instante? ¿Te gusta? —preguntó él con expresión entusiasta.

—Gracias. Esperaba algo más grandioso, puesto que es mi cumpleaños; pero nada, en otra ocasión te agradecería que me dieras un regalo más costoso y a mi altura, por favor —respondió ella con una mueca despectiva.

—No entiendo por qué siempre me hablas de objetos costosos. A veces presiento que solo estás conmigo por mi posición económica.

—Querido, el mundo cambió, por lo que ya nadie se junta con otra persona solo por amor. En estos tiempos, es requerido que se ofrezcan bienes materiales, debido a que las necesidades están presentes y estas solo se cubren con dinero. Si te soy sincera y, aunque te suene tosco, ya el amor pasó de moda.

Luego de su discurso, la joven se levantó de la mesa y se retiró muy rápido, mientras que él se quedó allí sentado con expresión triste y pensativa.

Decidió llamar a su amigo para comentarle lo ocurrido y poder desahogarse con él.

—Amigo, no sé por qué siempre me pasa lo mismo. Todas las parejas que he tenido últimamente solo me buscan por mis bienes, y no por quién soy como persona y esencia.

—En realidad, siempre lo he notado, bro. Nunca te lo he comentado porque no quería hacerte sentir mal. Incluso, algunas de ellas hasta me lo han confesado. Con todo su descaro me han dicho que solo están contigo por tu dinero, tu empresa y tu estatus.

—Pues ya sé lo que haré mañana. Convocaré una reunión con todos los ejecutivos de mi empresa para plantearles mi plan.

—Pero, ¿qué harás? Y qué tienen que ver los ejecutivos de la empresa con tu vida amorosa.

—Ya verás —respondió él ido, como si estuviera maquinando alguna idea descabellada.

Al otro día, el CEO convocó una reunión con los ejecutivos de su empresa, para empezar a plantearle su idea, la cual les pareció muy ocurrente y fuera de lo común.

—Buenos días —saludó a sus empleados con cortesía—. Los he convocado de esta manera tan inusual y espontánea, debido a que necesito informarles acerca de una decisión que acabo de tomar y que no tiene vuelta atrás.

»Dado que los empleados de esta empresa no me conocen a mí, en su lugar, han visto a la mayoría de ustedes, puesto que son la cara de mi empresa, he decidido infiltrarme entre ellos. Sí, estaré encubierto como un empleado más.

 »Esto que les estoy informando, he decidido llevarlo a cabo a partir de mañana, así que necesito que el gerente de recursos humanos haga el proceso para contratarme en uno de los puestos más bajos que tenemos en esta empresa.

»Cabe mencionar que esta es una misión secreta, así que solo ustedes sabrán quién soy en realidad, lo que significa que nadie puede dejarle saber a mis empleados acerca de mi verdadera identidad. Por lo tanto, no me interesa tener un trato especial ni ningún otro beneficio, que no sea el mismo que obtiene un empleado del cargo que ocuparé.

Un silencio tenso se adueñó el lugar y después de varios minutos en pleno mutismo, uno de ellos decidió romper el hielo y formular esa pregunta que todos se hacían en sus pensamientos.

—Entiendo lo que nos explica, pero no el objetivo de su misión, señor.

—El objetivo es simple: Voy a confirmar con mi vivencia qué tan funcionales son mis empleados desde abajo, nuestras herramientas y nuestro ambiente laboral. Es por esto que me quiero mezclar entre ellos, para de esa manera poder saber a ciencia cierta, si somos justos con estos, si cada cual maneja bien su cargo y hace el trabajo adecuado.

»¿Saben? Quiero un cargo muy bajito… ¿Qué tal el de conserje?  Sí, a partir de mañana seré uno de los conserjes. Espero su colaboración y discreción, ya que ninguno de ustedes quiere perder su puesto; ¿estamos de acuerdo?

—Sí, señor, cuente con nuestro silencio y apoyo —dijeron al unísono.

—Perfecto. Les repito, no importa lo que vean o como me traten los demás empleados y jefes, nadie se puede inmiscuir de manera diferente a lo que harían con un conserje más.

El joven empresario hizo todos los movimientos para iniciar su estrategia, de mezclarse entre los empleados en el área de conserjería. El gran día llegó y este se puso un vestuario de acuerdo a la identidad que representaría, que consistía en una ropa muy sencilla y barata, entonces se dirigió a la empresa. Pronto llegó y caminó directo a recepción.

—Buenos días, soy Edward Pérez, el nuevo empleado que acaban de contratar —se anunció con la recepcionista, a quien no le pasó desapercibido el atractivo y porte de aquel hombre, pese a lo pobre que lucían sus ropas.

—Sí, señor Pérez; venga conmigo, por favor, para llevarlo con su supervisor.

Él la siguió por un largo pasillo y luego bajaron unas escaleras que los condujo al sótano del lugar. Se detuvieron cuando estuvieron frente a un hombre, que se encontraba sentado en un escritorio.

—Buenos días, supervisor —saludó la joven mujer—; este es el señor Edward, el nuevo empleado que contratamos ayer. Lo dejo con usted para que le indique cuáles son sus responsabilidades.

—Está bien, muchas gracias. No se preocupe, yo me encargo, señorita —respondió él, entonces ella se retiró.

—Bien, señor Edward; como ya sabe, somos el área de limpieza y mantenimiento. Somos caracterizados por ser empleados muy dedicados a sus labores, así que esperamos pueda cumplir con la tarea de mantener impecable cada rincón de esta empresa. Como con todos los que pertenecemos a este equipo, esperamos su esmero y compromiso, ¿de acuerdo?

—Sí, señor, entiendo a la perfección.

—Bueno, enviaré un correo al almacén para que le hagan la entrega de su uniforme y los utensilios de trabajo. El almacén queda al final del pasillo, a mano izquierda. Vaya ahora mismo para que reciba sus equipos de trabajo y luego pase por donde mi secretaria, quien le indicará qué hacer.

—Perfecto, señor, muchas gracias

El joven empresario salió de la oficina del encargado y se apresuró en dirección al almacén. Retiró todos sus equipos y luego se dirigió hacia donde estaba la asistente del encargado, como él le había indicado.

—Buenos días, señorita; soy Edward, el nuevo empleado. Me indicaron que viniera a donde usted, quien me dirá qué hacer.

Ya retiré mis equipos de trabajo.

—Ok, venga conmigo. Le presentare a Gina, la persona que se va a encargar de enseñarle todo lo que tiene que hacer a partir desde este momento —le informó ella.

La asistente buscó a Gina y se la presentó a Edward, a quien le encargó para que le enseñe todo lo correspondiente a su puesto. Gina, por su parte, empezó a sudar y a sentirse nerviosa, debido al impacto que le causó el atractivo y porte de aquel hombre, a primera vista.

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