Capítulo 30: Tú eres mi guerra y mi paz.
Carolina se encontraba temblando sin poder detenerse.
Se había encerrado en la suite del hotel, manteniendo su vestido y su maquillaje intactos. La imagen del video seguía reproduciéndose en su mente como una herida abierta. Aunque había sido testigo de cómo Elías la protegía ante la elite, el dolor de la humillación, el miedo y la antigua sensación de que su pasado la acechaba como una sombra cruel no la abandonaban.
La puerta se abrió lentamente.
Elías entró. Su corbata colgaba desabrida al cuello y sus ojos oscuros resplandecían con una mezcla de ira controlada y abundante ternura. Cerró la puerta con cuidado y se acercó en silencio.
Carolina no podía encontrar el valor para mirarlo a los ojos. Sentía que lo había arrastrado a un infierno que anhelaba dejar atrás.
—Lo siento… —dijo en un susurro quebrado, abrazándose a sí misma—. No quería que presenciaras eso… no de esa manera… no frente a todos…
Elías se detuvo muy cerca de ella, la tomó suavemente por la barbilla y levantó su ro