Emma
Los míos simplemente se suben, porque no puedo creer que esté a punto de llorar, es que no logro entender cómo es que mi hijo parece roto con la idea de no ir a su casa, cuando apenas se conocen.
— Está bien, hijo —mi corazón se estruja.
Termino cediendo, al fin y al cabo, es verdad, pagó su educación.
— Pero no lo obligues a nada —me abraza fuerte —. Ve a bañarte.
Había algo raro en todo esto, no conocía lo suficiente a Theo, bueno sí, pero no en el ámbito privado, es que me estaba volviendo loca.
Pasé los últimos años de mi vida trabajando para él, jamás lo observé mirar a un niño, tampoco llevar mujeres, no tenía ni idea de si era correcto o no, lo que hacía, pero Oliver parecía tan convencido.
— Es un genio, no deja el teléfono, solo son dos horas o tres, no más.
Me tiro en el sillón a repasar todo lo sucedido, hay algo que me estoy perdiendo de todo esto, pero no sé bien que es, simplemente se me escapa de las manos.
De repente mi hijo se vuelve amigo de mi jefe, yo abrazo a