Especial Oliver
Durante todo el camino observé a cada hombre con el que nos cruzamos. Varios de ellos la veían como un pedazo de carne, otros no, y eran súper respetuosos, pero llevaban anillos o se notaba a la legua que no estaban interesados en mujeres. Lo peor de todo es que ni me registraban. Subimos hasta el último piso, y mi mamá temblaba literalmente, lo que me hizo pensar que su jefe era un canalla y debería ponerlo en su lugar. Estaba a punto de preguntarle cuando alguien habló.
— Señorita Wood, ya volvió, perfecto, necesito que... —un hombre alto, de traje costoso, se paró frente a mi mamá —. ¿Es su hijo? —levantó una ceja.
— Sí —contestó mi mamá, nerviosa, mientras yo observaba al tipo de reojo, fingiendo que leía —. Perdón, no tengo con quién dejarlo y…
— ¿Cuántos años tiene? —dejé de “leer” y contesté por ella.
— Diez, en dos meses cumplo once —el tipo de ojos claros me miró sorprendido —. ¿Usted, cuántos tiene? —veamos si puede dialogar con menores.
— Oliver —el tono ame