El tan esperado día de la cita finalmente había llegado. Alexander, vestido con un elegante traje negro y una camisa blanca impecablemente abotonada, se dirigió al restaurante Le Jardin Élégant con un toque de nerviosismo que disimulaba a la perfección bajo su habitual seguridad. Aunque había aceptado la cita principalmente para complacer a su abuela, no podía negar que le despertaba cierta curiosidad. Después de todo, Margaret no paraba de hablar de las cualidades de aquella misteriosa mujer, y ello había despertado en él un leve interés a pesar de su reticencia.
Alexander llegó unos minutos antes y eligió una mesa en un rincón tranquilo desde donde podía observar la entrada principal. La decoración del restaurante era refinada, con candelabros colgantes y una suave luz tenue que añadía un toque de intimidad a la atmósfera. Un camarero se acercó para ofrecerle el menú, pero Alexander rechazó cortésmente: — No aún, gracias. Estoy esperando a alguien.
Mientras se instalaba, consultó su