Cap. 121

Violette sonrió apenada; había interrumpido en casa de Eugene sin aviso previo hace dos horas. A pesar de ser bien recibida por Teresa y su pequeño hijo, la mujer no deseaba incomodarlo, hacia frio, afuera estaba nevando y posiblemente acudirían a ese lugar solo para encontrar una cabaña vacía. No obstante, comportándose como un caballero, el castaño no dudó en tomar su mejor abrigo y salir disparado en la búsqueda en conjunto.

Ambos descendieron del automóvil con algo de dificultad, la nieve llegaba por encima de unos cuantos centímetros, cubriéndoles los pies. Bajo la oscuridad, siguieron las luces de la cabaña tal cual luciérnagas. Una vez en el pórtico, Eugene llamó a la puerta, preparándose para utilizar las llaves de la casa en caso de que fuese necesario. Había conservado un par desde que era adolescente.

Tras aguardar unos cuantos segundos, alguien atendió al llamado. Después de esperar pacientemente, Eugene y Violette no ocultaron su sorpresa al contemplar a Carlo bajo el u
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