Verdades a medias (3era. Parte)
El mismo día
New York
Kelly
Supongo que hay verdades tan evidentes que ni con el mejor disfraz logramos ocultarlas. Nos delata la mirada, esa que se nos escapa cuando creemos que nadie está mirando. Nos traiciona la tensión en los hombros, el nudo en la garganta, la forma en que apretamos los dientes como si eso bastara para tragarnos el dolor.
Sí, somos criaturas pasionales. Desbordadas. Torpes para fingir. Raras veces logramos mantener la compostura, y cuando lo hacemos, es casi un acto heroico… o milagroso. Pero no me engaño: también existen los otros. Los que dominan el arte de la contención con una precisión escalofriante. Fríos, imperturbables, capaces de guardar lo que sienten como si sus emociones fueran expedientes archivados. Gente entrenada para mentir con los ojos abiertos y una sonrisa en la cara.
A mí me cuesta. Lo admito. No nací para tragarme las palabras ni para aplaudir traiciones. Tengo una lengua afilada, lo sé, pero también una intuición que rara vez falla. Y cuan