Verdades a medias (2da. Parte)
El mismo día
New York
Ralph
Las advertencias son muros invisibles que algunos no se atreven a cruzar, presos del miedo, del qué dirán, de perder la miserable estabilidad que llaman “vida”. Viven encadenados a su comodidad, como perros domesticados, obedientes, esperando la próxima orden para no salirse del guion. Pero también están los otros. Los que, al escuchar una advertencia, se detienen un segundo... solo para luego acelerar. A esos les arde algo en el pecho, una especie de hambre primitiva por quebrar las reglas, por poner todo patas arriba. No buscan justicia. Buscan la chispa. El incendio. El temblor. Les encanta jugar con fuego, aunque sepan que arde. Se fascinan con el riesgo porque les da algo que los demás no tienen: poder.
Porque eso son las advertencias. Ecos del peligro. Sugerencias disfrazadas de preocupación. Pero la verdadera pregunta es otra. ¿Vale la pena cruzar la línea? ¿Vale el precio que, tarde o temprano, habrá que pagar? ¿Te vas a atrever a seguir, o vas a re