Planes en marcha (3era. Parte)
El mismo día
New York
Kelly
Dicen que el matrimonio es un compromiso tácito, un juramento vestido de gala donde prometemos estar juntos en las buenas y en las malas… qué cliché tan elegante. Lo que nadie menciona es que muchas parejas no llegan ahí por amor. Algunas lo hacen por presión social, otras por negocios encubiertos en trajes de boda, y unas cuantas —como nosotros— cargan un contrato con fecha de caducidad incluso antes del primer brindis.
La pregunta real es: ¿hasta cuándo puedes sostener una unión cuando sabes que podrías salir lastimada? ¿Cuánto vale esa promesa si, al quedarte, lo que arriesgas no es el corazón, sino la seguridad?
Claro… ahí es cuando entra el terco de tu corazón. Ese que grita que sí, que vale la pena, que amar también es estar cuando todo se desmorona, que si el otro sufre tú no puedes irte, así como así. Y terminas creyéndole, como si el amor justificara convertirte en mártir silenciosa. Como si soportar en nombre de un “nosotros” fuera prueba de madur