Jugando en las sombras (3era. Parte)
El mismo día
New York
Kelly
Creo que uno de los vínculos más profundos —y a veces más complicados— que existe, es el de los hermanos. No se trata solo de compartir la misma sangre, ni de tener la misma foto familiar colgada en la pared. Es algo mucho más sutil… y peligroso. Es crecer con alguien que sabe exactamente dónde te duele, pero también quién eres cuando nadie te ve.
Porque los hermanos son eso: tus primeros cómplices en las travesuras, los primeros testigos de tus caídas, los jueces implacables de tus decisiones más idiotas… y, con suerte, los únicos que te cubren las espaldas sin hacer demasiadas preguntas. Aunque a veces se pasen la vida reprochándotelo después.
Y sí, discutimos a los gritos, con silencios que podrían arrasar ciudades, pero, aun así, hay algo que nunca cambia: la certeza de que, cuando el mundo se viene abajo, podemos buscarnos entre los escombros. Y sin pedir disculpas, sin promesas, sin discursos… simplemente estamos. Porque hay un tipo de amor que no nec