Capítulo 39: Perplejidad.

Amelia repasó a Maximiliano desde los pies hasta la cabeza, mirándolo como una madre que reprocha a su hijo.

La mujer caminó hacia la sopa que todavía permanecía encendida porque él, intentando apagarla, solo le había subido el flujo de fuego a la estufa.

Ella liberó un suspiro, él jugó con sus dedos de manera nerviosa, como alguien que estaba a punto de ser regañado.

—¿Cómo…? —Amelia llevó las manos hasta su rostro, probando la sopa, cuyo sabor se había amargado, si le daba aquello a su madre, seguro el dolor de estómago no le permitiría la paz el resto del día—. ¿Cómo fue que una sopa terminó quemada?

Él peinó su cabello hacia atrás, con una sonrisa infantil que se empeñaba en mantener oculta: ella había dicho que sentía algo por él, no podía mantenerse quieto después de haber escuchado algo como aquello, quería brincar hacia aquella mujer y decirle que él también, pero se obligaba a sí mismo a mantenerse completamente quieto, a fingir no haber escuchado tanto, aunque dudaba que pud
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