Capítulo 19: Un té.

Maximiliano no era un hombre demasiado supersticioso, pero al llegar a la casa, pudo sentir una energía de preocupación, pesada; el silencio absoluto, engrosó aquellos pensamientos, ¿no se suponía que debían de estar almorzando? Miró hacia todas las direcciones, intentando dar con su abuelo, pero aquello no ocurrió, pues el hombre se encontraba en ningún lado, tampoco su madre, pero eso no significaba que no se encontrara en la casa y que en cualquier momento pudiese aparecer, por tal razón, le estiró la mano a Amelia, para que la sujetara mientras ambos terminaban de entrar.

Como marido y mujer, tomados de la mano, caminaron por el interior de la casa.

—Quédate aquí —le dijo Maximiliano, soltando las manos de Amelia, quien asintió—. En la noche te daré el dinero —se vio en necesidad de decir—. Ahora iré por mi hijo, regresaré pronto. —Fue aquello lo primero que dijo antes de retirarse.

Un suspiro se desprendió de los labios de Amelia, la mujer tomó asiento sobre uno de los muebles, y
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