La cena no fue entregada anoche, y Cedro ya estaba inquieto; al ver la llamada de Fabiola, la contestó sin pensarlo.
Esta rapidez era inédita y sorprendió a Fabiola, que estaba pensando qué decir.
—¿Por qué no has traído la comida todavía?
Fabiola frunció el ceño, y sin seguir pensando su discurso, dijo con sarcasmo: —¡Vaya pareja perfecta son ustedes dos! Uno planea encerrarme y el otro pretende esclavizarme, ¡ya no lo haré!
¡Si no quisiera comer, que se muriera de hambre, sería su merecido!
El prestigio de su abuelo ya se había arruinado por Cedro.
A través del teléfono, Cedro también podía sentir la intensa ira de Fabiola.
Bajó el teléfono, confundido.
Esas palabras estaban claramente dirigidas a Claudia.
Cedro recordó la llamada de Claudia del día anterior, diciendo que alguien la había intimidado y le pidió que enviara a Juan Ramirez.
De repente tuvo un mal presentimiento.
Llamó al móvil de Claudia con impaciencia y preguntó: —¿La persona que te intimidó ayer fue Fabiola?
Claudia