Cuando Nina llegó al piso donde vivía Fabiola, finalmente entendió que el ruido anterior había sido causado por Benedicto,
Había roto una puerta... con sus propias manos.
Sorprendida, observó a Benedicto dirigiéndose hacia el dormitorio.
Levantó la mano y golpeó la puerta del dormitorio, llamando: —¡Cariño!
El tono de su voz, mezcla de súplica y sumisión, era totalmente diferente al Benedicto que Nina conocía habitualmente.
Justo entonces, desde el interior de la habitación se escuchó la voz temblorosa y furiosa de Fabiola: —¡Lárgate! No quiero verte ahora.
Nina se quedó petrificada, sin comprender qué estaba sucediendo. Todo parecía normal hace un momento, ¿cómo pudo...
Miró a Benedicto.
Su frente estaba apoyada en la puerta, intentando pacientemente comunicarse con Fabiola: —¿Qué pasó exactamente? ¿Puedes decírmelo?
Pero no hubo más respuesta desde el interior del dormitorio.
Viendo que Benedicto estaba a punto de irrumpir de nuevo, Nina rápidamente lo detuvo: —Cuñado... si entras as