Trago saliva y me doy la vuelta nerviosamente. Todavía tengo el algodón de azúcar conmigo. —Entonces, ¿dónde tendremos la mejor vista?
Ryan enfocó sus ojos en mí y luego sonrió satisfecho. —Sígueme—. Hizo un gesto con los dedos mientras empezaba a pasar entre la gente.
—Espera—. Le llamé y se puso a caminar muy rápido. No puedo chocar con la gente así que paso con cuidado haciendo que me quedara atrás.
—¡Camina más rápido, quieres! — Se quejó con el ceño fruncido.
Puse los ojos en blanco. —Perdona, no quiero rozar a la gente. No soy como tú.
—Sí, sí, sigue quejándote—. replicó sarcásticamente y, de repente, me cogió de la mano.
V