El sábado por la mañana me desperté con los ojos hinchados y enrojecidos. Estiro los brazos en el aire mientras miro a mi alrededor.
Anoche dormí en el sofá.
Ni siquiera me di cuenta de que lloré para dormir. Cuando llegué a casa, tiré mi bolso sólo Dios sabe dónde y salté al sofá. Mi teléfono sonó y sonó, pero no me molesté en levantarme y contestarlo.
Ahora mismo, sólo quiero estar sola.
Llorar sola.
Entonces ahora, me giré para mirar mi reloj digital en la pequeña mesa al lado de mi tos.
Las diez y tres de la mañana.
Claudio debe de estar a punto de llegar.
No sé si debería enfrentarme a él ya o esperar a tener más información. Porque no tengo muchas pruebas
...y probablemente lo niegue. Tengo que actuar con calma... mientras tanto.
Me levanto, cojo la toalla que estaba colgada en el perchero y me dirijo al baño para darme una ducha refrescante. Sé que una ducha me levantará el ánimo. Unos minutos más tarde, oí sonar de nuevo mi teléfono.
Me sequé a toda prisa y me puse un albornoz