Capítulo diecinueve

El timbre del apartamento resonó en mis oídos, sacándome por completo de mi trabajo y haciéndome fruncir el ceño. Me levanté de la silla y sentí dolor en la espalda, así como sentía las piernas entumidas. ¿Por cuánto tiempo estuve trabajando? No lo recordaba, pero debía ser mucho para empezar a sentir las consecuencias de estar bastante tiempo sentado e inmóvil.

Me acerqué a la puerta y observé por la mirilla de quién se trataba. Una sonrisa apareció en mis labios en cuanto vi que se trataba de Jana y traía consigo varias bolsas.

Le abrí de inmediato y su mirada me recorrió de pies a cabeza con el ceño fruncido y una ligera mueca en los labios.

—Te ves fatal —farfulló.

—También me alegra verte, belleza —sonreí, ayudándole con las bolsas—. Adelante.

—No has respondido mis llamadas y tampoco mis mensajes —dijo, entrando al apartamento y cerré la puerta de una patada—. ¿Todo bien?

—He estado ocupado con trabajo, así que no había mirado mi teléfono.

—¿Por tantos días? Te he estado
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