33.
| Rasine |
—¿Qué?
Siento me falta el aire. Aprieto mi camisa. No, esto no debía ser así.
—No me voy a casar contigo, cerececita.
Miro el suelo. Intento respirar, me cuesta. Una punzada dolorosa atraviesa mi pecho, justo en medio de mis senos. Muerdo mi labio para que no se dé cuenta.
De reojo veo como extiende su mano hacia mí y retrocedo de inmediato.
«¿En qué estaba pensando?»
—Cerecita yo...
—Entiendo.
Puedo arreglar esto. Puedo fingir que nada paso, tal vez él me siga tratando como antes. Sí, debo fingir. Me volteo y suelto mi camisa, pero siento su agarre en mi mano, no puedo seguir avanzando.
—No, no entiendes yo...
—¡Entiendo un no! — cálmate, no tienes derecho a alterarte — suéltame.
—No, escúchame.
—No, yo respete tu no, ahora tu respeta el mío.
«Por favor, no lo aclares, no lo digas»
—Solo quiero explicarte porque.
Mi respiración se vuelve un desastre, pero al menos no estoy llorando.
—Yo sé por qué. No necesito más, suéltame.
Por primera vez intento zafar