Francine lo miró el tiempo suficiente para que el corazón le corriera una maratón dentro del peito.
Sonrió. Una sonrisa leve, casi arrogante. El tipo de sonrisa que alguien usa cuando necesita esconder el caos.
— Querer no es poder, señor Dorian. — Su voz salió firme, casi dulce. Como si ella tuviera el control de la situación, cuando por dentro todo gritaba por él.
Dio un paso al lado, esquivando su cuerpo con elegancia.
Pasó junto a él como si no sintiera el perfume todavía pegado a su piel, como si no recordara exactamente la sensación de su cuerpo bajo sus manos, de su boca en cada centímetro de la suya.
Pero lo recordaba. Y cómo.
Internamente, una batalla épica se desataba.
"Solo tienes que darte la vuelta y besarlo."
"O correr."
"O ambas cosas."
Pero no hizo nada de eso.
Siguió hacia la puerta con la cabeza en alto y la dignidad colgando de un hilo… pero en pie.
Antes de salir, giró el rostro por encima del hombro:
— Hasta luego, señor.
Y cerró la puerta tras de sí, apoyándose e