Pasaron algunos días, y los “buenos días” de Dorian ya no causaban tanto espanto.
Ahora, algunos empleados hasta le devolvían la sonrisa, aunque con cierta desconfianza, como si aquel comportamiento amable tuviera fecha de vencimiento.
Denise, por su parte, observaba todo con la atención de quien ya había visto de todo en esa casa, pero nunca eso.
— Pensar que hubo gente aquí que casi fue despedida… — dijo al pasar junto a Francine, sin mirarla directamente.
Francine suspiró sin levantar la vista.
— Pensar que hubo gente aquí que quería empurrarme hacia ese despido — respondió en el mismo tono.
Denise soltó una risa baja, divertida con el duelo.
— No te hagas la víctima. No te queda.
Francine no contestó.
Solo siguió organizando los cubiertos, apretando la cuchara con más fuerza de la necesaria.
Más tarde, Dorian cruzó el pasillo principal con las manos en los bolsillos y una mirada decidida.
Encontró a Denise junto al invernadero de la mansión, anotando algo en su cuaderno de tareas.