79• Una arpía.
Helene no tardó en acercarse a nosotras. Caminaba con esa elegancia helada que tenía, como si cada paso fuera un recordatorio de que estaba por encima de todos. Su mirada pasó de Lana a mí con un desdén tan evidente que casi sentí que quería sacudirnos del camino con solo pestañear.
Antes de que pudiera abrir la boca, unos pasos firmes sonaron detrás de mí. Reconocí el ritmo sin necesidad de girarme: Roger. Su sola presencia bastaba para enderezar a cualquiera, sin que tuviera que alzar la voz ni un milímetro.
—¿Hay algún problema, señorita? —preguntó Roger mientras se colocaba a mi lado con un paso firme, lo bastante cercano como para dejar claro que no pensaba moverse.
Helene giró apenas el rostro hacia él, lo justo para mostrar lo fastidiada que estaba. Ni siquiera se molestó en disimularlo.
—Por favor, Roger —respondió, como si estuviera quitándose una mota de polvo del vestido—. Esto no es de su incumbencia. Es con la ladrona.
Y volvió a mirarme como si quisiera atravesarme con l