24• Iba a verlo. Otra vez.
Me quedé quieta en las escaleras, sin saber qué hacer. Todo estaba en silencio. Podía escuchar el sonido lejano de la música afuera, las risas de la gente… pero dentro de la casa, solo quedaba el eco de lo que acababa de pasar.
Esperé unos segundos. Parte de mí pensaba que él iba a volver, que iba a aparecer en cualquier momento al final del pasillo, diciendo algo… cualquier cosa. Pero no lo hizo.
Cuando entendí que realmente se había ido, sentí que algo dentro de mí también se apagaba. Respiré hondo, intentando mantener la calma, pero el nudo en el pecho no me dejaba.
Subí las escaleras despacio. Cada paso pesaba más que el anterior, y el silencio parecía acompañarme, envolviéndome por completo.
Entré en mi habitación y cerré la puerta detrás de mí. No encendí la luz. Me bastaba con la penumbra. Avancé hasta la cama, y en cuanto toqué las sábanas, el corazón me dio un vuelco.
Aún olían a él.
Ese olor tan suyo, a madera y algo cálido, algo que me recordaba a la forma en que su piel se