Tony se encontraba más atrapado que un coyote en una trampa para osos. Por un lado, tenía a la mujer loca colgada de su cuello como si fuera un collar de carne, y por el otro, Marjorie lo miraba con una expresión que prometía convertirlo en comida para vacas si no resolvía esto rápido.
— Mira, cariño —dijo la mujer, ignorando completamente a Marjorie— sé que hemos tenido nuestros problemas, pero estoy lista para perdonarte por abandonarme en el altar.
Tony parpadeó, más confundido que un pavo en el Día de Acción de Gracias.
— ¿Altar? Señora, creo que me está confundiendo con...
De repente, una idea brillante iluminó su mente como un foco de 100 watts, aquella mujer definitivamente estaba mal de sus facultades.
— ¡Oh, Dios mío! —exclamó, dándose una palmada en la frente— ¡Rosita! ¡No puedo creer que te haya olvidado!
La mujer sonrió, triunfante.
— ¡Sabía que me recordarías, mi amor!
Marjorie parecía lista para arrancarle la cabeza a Tony, pero él le guiñó un ojo, pidiéndole silenciosam