María corrió hacia donde yacía Guadalupe, al acercarse, el corazón le dio un vuelco al ver que no se movía. Las lágrimas comenzaron a correr por sus mejillas mientras veía el cuerpo inmóvil de su tía.
— ¡Tía! —gritó mientras se dejaba caer de rodillas junto a ella— ¡Por favor, tía! ¡Respóndeme!
Sus manos temblaban mientras intentaba tocarla, una señora mayor se acercó corriendo.
— ¡Dios mío! ¡La empujaron! —exclamó la mujer— ¡Yo las vi! ¡Vi todo!
En lo alto de la escalera, Sarah y su madrastra seguían riendo, celebrando loq ue habían hecho.
— Una menos —se burló Sarah con veneno en la voz— Vámonos antes de que llegue seguridad.
— Que se pudra en el hospital, ojalá se muera —añadió la madrastra mientras se alejaban a toda prisa.
La gente comenzó a arremolinarse alrededor, una joven se arrodilló junto a María.
— Tranquila, ya llamé al 911 —le dijo con voz suave— mi esposo es médico, viene para acá.
María no podía contener el llanto:
— Es mi tía... es como mi madre... por favor… — suplic