Alex me despierta con besos sobre mis hombros desnudos, y me estiro en la cama con un gemido de cansancio. Me duele todo, creo que ni siquiera puedo mover las piernas.
—Arriba, dormilona —susurra él en mi oído, acariciando mi cintura. Suelto un gruñido y ríe por lo bajo.
—Si me hubieras dejado dormir anoche, no estaría con tanto sueño —murmuro mirándolo de reojo.
—¡Ah! Si no te hubieras puesto ese camisón que no dejaba nada a la imaginación te hubiera dejado dormir —replica con tono divertido—. Vamos, ya preparé el desayuno, y prometo que voy a dejar a tu cuerpo descansar —agrega—. Hoy organicé un día de playa, el clima es estupendo y te hace falta tomar algo de vitamina D.
Me río y lo atraigo hacia mí para darle un abrazo, y de paso usarlo como almohada. Inspiro su aroma tan masculino y exquisito, está recién bañado, afeitado, y su ropa huele a jabón. ¿Cómo algo tan simple puede parecer tan sensual? Él vuelve a reír, acaricia mi pelo con suavidad y me pega más a su cuerpo.
—Deber