Capítulo XXII

La vergüenza era un ardor persistente en mi pecho.

Había pasado la noche odiando la imagen de Viktor con aquellas mujeres, sintiendo un enojo corrosivo ante su indiferencia. Pero ahora lo entiendo. Todo había sido para provocarme. Para ponerme celosa. Y lo peor de todo es que lo había logrado.

No podía borrar de mi mente su mirada impasible cuando me encontré en el pasillo esa mañana, ni su tono burlón cuando insinuó que me importaba. Porque sí me importaba. Y esa era la verdadera humillación.

Decidí no bajar a desayunar inmediatamente, no quería verlo, no quería que viera en mi rostro lo obvio que había sido su victoria. Pero el hambre terminó por obligarme a salir de la habitación. Cuando entré en el comedor, mi estómago se revolvió al ver a Dmitry ya otro hombre conversando con Viktor.

Lucien.

No lo había visto antes, pero su presencia era imposible de ignorar. Tenía una mirada afilada y un aire de confianza sucia, como alguien que nunca ha conocido un "no" por respuesta. Sus
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