Lorena no tenía permitido comer ciertas cosas.
La mayoría de sus hábitos estaban definidos por las preferencias de César, desde cómo vestía hasta lo que comía.
Lorena no quería recordar eso, pero últimamente se sentía mucho más sensible. Tal vez era por el embarazo.
Inconscientemente, posó su mano sobre su abdomen.
Adrián, al darse cuenta de que Lorena se había quedado atrás con una cara melancólica, decidió acercarse para animarla.
—Doña Lore, deja de caminar tan lento. Si alguien nos ve, pensará que le hice algo a mi novia y no le estoy prestando atención.
—¡Adrián! —La tristeza de Lorena desapareció, gracias a los chistes de Adrián.
Después de comprar más cosas, como pizza y hojaldras, finalmente fueron a la caja y salieron del supermercado, listos para irse.
Tras tanto tiempo adentro, ya había oscurecido cuando subieron al auto.
El vehículo se desplazaba por la autopista.
—Doña Lore, si estás cansada, duerme un poco. Te despertaré cuando lleguemos.
—Si me duermo, entonces tú tendrá