César casi nunca veía películas. Aunque tenía un cine privado en su casa, era la primera vez que se sentaba con desconocidos a ver una en público.
Perla hizo un gesto con la boca, sin decirle nada.
A él no le molestó, ajustó la pajilla en su bebida y le ofreció las palomitas junto con la bebida.
Después de tanta discusión, Perla sentía algo de sed, así que aceptó y tomó un trago. A esas alturas, ya ni le importaba si le gustaba o no.
La película empezó. Era de terror, pero romántica al mismo tiempo. César había leído en internet que si llevabas a la persona que te gustaba a ver una de miedo, podía terminar abrazándote del susto.
Justo se estrenaba una nueva, La Mujer Fantasma.
Tal vez por la cantidad de gente, el aire estaba demasiado fuerte. Con el tiempo, Perla comenzó a encogerse de frío, abrazando sus propios brazos para calentarse.
César no estaba del todo pendiente de la pantalla, la miraba de reojo. Cuando notó que estaba incómoda, se quitó el saco y lo puso sobre ella.
El perfu