¡Él salió de casa tan temprano... seguro fue a ver a esa mujer!
César lo tenía clarísimo. Ya iba a decirle a Rajiv que siguiera el carro, cuando por el espejo vio que Perla salía de la casa.
César bajó del carro de una vez y fue corriendo hacia ella, agachándose un poco frente a ella.
—Perla, me porté como un acosador. Pero, por favor, no cambies tu número, ¿vale?
Le había costado un mundo volver a hablar con ella… no quería perderla otra vez.
¡Ni una más!
—Desde ahora voy a tratar de no mandarte tantos mensajes ni llamarte, ¿sí? Dímelo tú.
Ese hombre alto pero cabizbajo se le puso enfrente, bloqueándole el paso, como si no la fuera a dejar avanzar hasta que dijera algo.
Perla no entendía qué le pasaba ahora. ¿No se había ido a dormir a su casa anoche? ¿Había pasado la noche en el carro?
Le cambió la cara al ver que su ropa estaba toda arrugada y que olía a pólvora, como si hubiera estado cerca de unos petardos.
¿Todavía tenía puesta la ropa del velorio de ayer?
—No voy a decir nada. M