—...Voy a ver primero, y si encuentro algo que te sirva, te lo muestro. —Tal vez por su nueva identidad, Marina no se sentía del todo cómoda, y la conversación se sentía algo forzada.
Con la cara roja, guardó el certificado de matrimonio en su bolso.
—Después tengo que ir al funeral del abuelo de César. ¿Vas a venir conmigo o prefieres regresar a casa sola? —le preguntó Ricardo.
Marina dudó, no quería ir al funeral del abuelo de César.
—¿No es raro si no voy?
—No pasa nada, no hemos hecho nada público, así que no importa si no vamos.
—Entonces, me voy a casa.
Ricardo giró el coche, primero la dejó en casa y luego él iría al funeral.
A mitad de camino, Marina de repente se sentó en el asiento, alarmada.
—¿No se supone que hay que elegir un buen día para registrar el matrimonio? Hoy es el funeral del abuelo de César, ¿no será de mala suerte casarnos precisamente hoy?
Eso fue algo que descubrió después de llegar a Puerto Mar.
Cada aniversario de su boda caería el mismo día del funeral del