Perla le guiñó un ojo a Marina.
Marina sonrió un poco, sabiendo que Perla seguía siendo igual que hace cinco años. A ella no le importaba, porque tampoco quería estar bajo el sol.
No es que le molestara el sol, sino que Andi era todavía muy pequeño, y no quería que se deshidratara o le diera un golpe de calor.
Perla se acercó y dijo:
—Es cierto, Andi, ¿no dijiste anoche que querías ver los muchos peces del océano?
Andi pareció molestarse, todavía no había terminado con las atracciones de afuera.
Perla, al ver la expresión de su hijo, supo que aún quería jugar más, así que dijo:
—Esperemos a que termine el almuerzo. Después, cuando haya menos gente en las filas, podemos ir a ver los peces.
—Ok, lo que diga mamá. —Andi dejó de insistir.
Tomaron las cosas que habían traído y salieron de la cafetería.
César y su equipo llegaron justo al centro del parque, donde estaba el gran acuario, al lado de la cafetería.
El encargado sugirió:
—Señor presidente, ¿por qué no nos