¿Cómo pudo olvidarse de eso?Rápido levantó la mano y juró:—Pero tranquila, Ricardo me lo prometió, no va a contar nada. Él me prometió que por su madrecita no iba a decir nada, además le dije que si hablaba, me desaparecía otra vez, para que aprenda.Álvaro chasqueó la lengua, sin creerse ni media palabra.—Las palabras de los hombres son puro cuento. ¿Eres tan boba que te tragaste todo? ¡Si hasta se casaron!—¿Y tú por qué le tienes tanta tirria? ¿Es porque él ya está con alguien y tú no? ¿Estás celoso? —Marina respondió con un ataque directo, bien enojada.—¿¡Celoso yo!? Por favor, ¿crees que no puedo conseguir novia cuando me dé la gana?—¡Pues búscate una entonces! Eres un solterón insoportable, ¡ja, ja, ja!—¡Marina, suficiente! —Perla la cortó en seco, levantando la voz.De pronto le empezó a latir la cabeza del coraje.—No pasa nada, ya era hora —William se acercó a calmarla.—Ricardo va a volver, y no pueden andar escondiendo a Orión y Andi cada vez que comemos.—Sí, sí. De a
—Toc, toc.Perla soltó el celular y se levantó a abrir la puerta.—¿William, qué haces?Cuando lo vio, se hizo a un lado para que pasara.—Hoy en el velorio, César se comportó muy raro —no dijo por qué había ido, y Perla tampoco preguntó nada.—No solo estaba con mala cara, también se quedaba viendo hacia la nada. ¿Te molestó en algo? —Después de despedirse de Ricardo, se fue a su cuarto y, de pronto, recordó ese detalle, así que vino a ver cómo estaba.Perla miró hacia abajo y suspiró.—Él cree que tú y yo estamos saliendo… y que tenemos un hijo.Ya que su hermano vino directo a preguntar, no quiso ocultarle nada.William apretó la mandíbula, serio.¡César quería volver a meterse con Perla!Estaba segurísimo. Entre hombres, uno se huele esas cosas.—¿Y tú qué piensas? —le preguntó. La verdad, no quería que su hermana otra vez se metiera en un problemón por un tipo. Jugar un poquito con César, va... pero nada más.Perla lo miró.—Hermano, hazme un fa. Déjalo que siga creyendo lo que qu
¡Él salió de casa tan temprano... seguro fue a ver a esa mujer!César lo tenía clarísimo. Ya iba a decirle a Rajiv que siguiera el carro, cuando por el espejo vio que Perla salía de la casa.César bajó del carro de una vez y fue corriendo hacia ella, agachándose un poco frente a ella.—Perla, me porté como un acosador. Pero, por favor, no cambies tu número, ¿vale?Le había costado un mundo volver a hablar con ella… no quería perderla otra vez.¡Ni una más!—Desde ahora voy a tratar de no mandarte tantos mensajes ni llamarte, ¿sí? Dímelo tú.Ese hombre alto pero cabizbajo se le puso enfrente, bloqueándole el paso, como si no la fuera a dejar avanzar hasta que dijera algo.Perla no entendía qué le pasaba ahora. ¿No se había ido a dormir a su casa anoche? ¿Había pasado la noche en el carro?Le cambió la cara al ver que su ropa estaba toda arrugada y que olía a pólvora, como si hubiera estado cerca de unos petardos.¿Todavía tenía puesta la ropa del velorio de ayer?—No voy a decir nada. M
Después de tanto joder, César acabó subiendo al carro.No es que Perla tuviera ganas de llevarlo… es que ya no tenía tiempo. Por suerte, el edificio del Grupo Financiero Runpex quedaba de paso rumbo al evento de arte, así que no tenía que desviarse.El carro se detuvo frente al edificio. Perla desbloqueó la puerta y fue directa:—Bájate, por amor a Dios.—¿No quieres ir conmigo un ratito? Yo…Iba a decirle que en su oficina todavía quedaban cosas que ella había dejado antes.—¿Puedes dejar de hacerla larga? ¡Me va a coger la tarde! —lo cortó, sin esconder su impaciencia.—Ya… ya entendí. Entonces me bajo —César parecía un niño regañado. Justo cuando salía del carro, murmuró:—Muchas gracias.Cerró la puerta, pero se quedó ahí parado, en la banqueta, mirando fijo el carro de Perla, como esperando a que se fuera para poder moverse.Perla lo vio por el retrovisor, suspiró y aceleró. El carro se alejó dejando atrás una nube de humo.Mientras manejaba, bajó la ventana para sacar el olor que
Alguien siguió la charla:—Mi hija es igual, solo quiere estar con su mamá. Si no llevo comida que les guste o juguetes cuando regreso, ni me pelan. Dicen que las hijas son como un abrigo calentito para el papá… ¡pues la mía parece un chaleco de plomo y solo se la pasa con la mamá!El tema cambió rápido, los que tenían hijos se emocionaron y comenzaron a hablar. Los que no, se pusieron a charlar de otras cosas. Perla no dijo nada, solo se fue a su zona de exposición y empezó a trabajar.De alguna forma, el tema volvió a girar alrededor de César.—Yo me quedé hasta el final del velorio ayer. Vi que un lugar estaba vacío. ¿No se decía que Teresa era su esposa? ¿Por qué no apareció? Se supone que era la nuera la que debía estar ahí.—Pues por lo de siempre. Dicen que nunca la aceptaron en la familia Balan, que sigue siendo solo su novia.—¿Pero no se decía que era la novia de la universidad del presidente de Runpex? Si ya conoció a los papás, ¿cómo no nadie se ha enterado aun?—Ah, eso tú
Al escuchar los comentarios de la gente, aunque Perla fingió una sonrisa, no pudo ocultar que no le hacía ninguna gracia el regalito.Porque estaba bastante segura de que todo esto había sido idea de César.—Perla, esta es la tuya, una comida especial solo para ti. ¡Tu esposo es un caballero en toda ley! —dijo alguien con entusiasmo, pasándole la caja más llamativa a las manos.La persona que lo dijo se sentía muy interesada y no paraba de hablar bien del supuesto marido de Perla.Ella suspiró con fastidio. Con esto, ya no iba a poder quitarse el tema de encima. Estaba segura de que seguirían hablando de eso en los próximos días.Tomó su celular y, con la comida en mano, se apartó del grupo. No se quedó a comer con los demás.Alguien la vio alejarse y preguntó con curiosidad:—¿Es que Perla no va a comer con nosotros?—Ay, ¿no viste que está en el celular? Seguro está hablando con su esposo, dándole las gracias. Por eso es que estás soltero, no te das cuenta de nada. Aprende, aprende.
—¿Teresa es tan independiente y se sigue aprovechando de su escándalo con César? ¡Yo creo que se hace la mosquita muerta, pero en el fondo es una trepadora!—¡Teresa no ha hecho nada malo! Todo ha sido culpa de esos paparazzi amarillistas. ¡Ustedes los hombres, cuando no pueden tener a una, quieren verla por el suelo!…—Yo recuerdo que Teresa, la gerente, fue al funeral representando al departamento, ¿no? ¿Por qué no sale en ninguna foto? —preguntó alguien mientras todos se reían de los comentarios. La relación entre ella y el director ejecutivo ya era un secreto a voces en la oficina.Una compañera miró a los lados, se acercó y susurró:—Escuché que cuando entró, Saúl la echó a patadas.—¿En serio? Qué vergüenza debió pasar la boba.—¿Y no ves cómo está todo raro en la empresa últimamente? Se la pasan regándola y criticándola.De repente, se escucharon unos pasos de tacones por atrás. Todos voltearon: era Teresa caminando hacia ellos. Enseguida, todos se callaron como si les hubieran
—No te enojes, no voy a ir —dijo César.Seguía en llamada, así que la niñera del otro lado escuchó perfectamente lo que acababa de decir.Hubo un momento de silencio.Él continuó:—Llama a una ambulancia. Que la lleven al hospital cuánto antes.¿Por qué estaría enojada? ¡Eso no tenía nada que ver con ella! Ahora sí estaba molesta.César colgó la llamada y la miró, con unos ojos que rogaban, como si esperara que ella le dijera: Vamos, dime que hice lo correcto.Perla apretó los labios, sin decir nada. Ya no le pidió que bajara del carro, solo dio la vuelta y pisó el acelerador rumbo al Hospital del Sagrado Corazón.Una vez allí, aparcó el carro, se bajó primero y, sin decir una palabra, le agarró el cuello de la camisa a César y lo arrastró fuera.—¿Perla, qué estás haciendo? ¡Suéltame! ¡No te enojes! ¡Te juro que no quiero ir a verla! —gritó él mientras lo llevaba hacia el edificio del hospital.Desde aquella vez, hace cinco años, cuando se reencontró con Teresa, ya lo había pensado m