La amenaza escrita en tinta roja no se desvaneció con el amanecer. Se quedó en la mente de Luciana como un eco persistente, como si cada letra se hubiese tatuado en su piel. “NO HA TERMINADO.” Tres palabras que podían ser todo… o nada. Una advertencia o una provocación.
Mientras desayunaban en silencio en el comedor del hotel, Alexander hojeaba las noticias desde su teléfono y Luciana repasaba una lista de entrevistas pendientes. Aparentemente, todo seguía igual. Pero ambos sabían que el silencio era sólo la antesala de otra tormenta.
—Hay un artículo nuevo en una revista digital de opinión —dijo él sin levantar la mirada.
—¿Sobre el libro?
—Sobre ti. Te llaman “la escritora desnuda”. Una crónica sobre el escándalo del video.
Luciana cerró los ojos.
—Siguen quitándole el foco a lo importante. No soy yo. Es la historia que escribimos.
Alexander dejó el teléfono a un lado. Se inclinó hacia ella y tomó su mano.
—Vamos a cambiar eso. Desde adentro.
—¿Cómo?
—Contando otra parte. Nuestra pa