Los días posteriores al beso fueron una danza delicada de evasiones y silencios entre Luciana y Alexander. Ambos, conscientes de la línea que habían cruzado, optaron por sumergirse en su trabajo, evitando cualquier mención al momento compartido. Sin embargo, la tensión era palpable, como una corriente subterránea que amenazaba con desbordarse en cualquier instante.
Una tarde, mientras Luciana revisaba unos manuscritos en la biblioteca, su teléfono vibró con un mensaje de su hermana menor, Valeria.
—Valeria: ”¡Luci! Estoy en la ciudad por unos días. ¿Nos vemos? Te extraño.”
Luciana sonrió al leer el mensaje. Valeria siempre había sido un rayo de sol en su vida, y quizás su presencia le brindaría la distracción que tanto necesitaba.
—Luciana: ”¡Por supuesto! ¿Te parece bien cenar en mi lugar esta noche?”
—Valeria: “Perfecto. Llevaré vino. Nos vemos a las 8.”
Esa noche, Luciana se esmeró en preparar una cena acogedora. Mientras cortaba verduras, sus pensamientos volvían una y otra v