La distancia fría que había mantenido con Maximiliano tras su extraña reacción al agradecimiento de su madre se había convertido en la nueva normalidad en la oficina. Apenas cruzábamos palabras que no fueran estrictamente necesarias para el trabajo, y la tensión palpable entre nosotros era un recordatorio constante de la complejidad de nuestras acciones.
Por mi parte, seguía con la observación discreta de su dinámica con Sofía, tal como Elena me había pedido, aunque un creciente malestar me invadía. Sentía que estaba traicionando la confianza de mi jefe, actuando a sus espaldas, y la falta de cualquier indicio sospechoso solo intensificaba mi incomodidad. Quizás Elena se equivocaba, quizás yo estaba interpretando mal. Los días transcurrieron sin incidentes notables en la relación entre Maximiliano y Sofía. Sus interacciones parecían profesionales y cordiales, pero nada que gritara secreto o manipulación. Una tarde, mientras Daniela y yo estábamos e