Las luces de la ciudad se encendían. El auto de Molly se desplazaba por la amplia avenida y estacionaba frente al que sería su nuevo hogar. Al bajar, se colocó el abrigo, sostuvo su bolso y buscó una bufanda, observando con detenimiento que aún quedaban varios detalles: la fachada, las luces, algunos acabados del comedor y de la cocina. Se encaminó hacia el fondo del jardín interior, una vista hermosa. El jardinero estaba haciendo un buen trabajo con los arbustos; las luces se encendieron de inmediato, dejándole apreciar los rosales y helechos, que a su vez colgaban a lo largo de los postes de madera.
Un sitio nuevo, para una nueva vida, sin personas indeseables a su alrededor, le hacía sentirse con más propósitos, sueños y anhelos. La idea de tomarse un año de receso daba vueltas en su mente, no era del todo mala. Miró detenidamente el pequeño árbol que recién se había plantado en el fondo, tal como ella, creciendo, avanzando, tomándose su tiempo. Su teléfono repicaba. Alyn, su amiga