Residencia Blackwood, Londres
El auto se detuvo suavemente frente a la entrada de la casa y James, como siempre, se apresuró a bajar para abrir la puerta. Helena se removió ligeramente en el regazo de Alexander, dándole una mirada expectante.
- Creo que es momento de soltarme. - susurró, con las mejillas aún encendidas por el inesperado masaje en el auto.
Pero Alexander ni se inmutó. En lugar de eso, desvió la mirada hacia James y, con la naturalidad de quien da una orden cotidiana, dijo:
- Lleva los maletines adentro. Yo me encargo de Helena.
Helena abrió la boca para protestar, pero antes de que pudiera articular palabra, Alexander ya había salido del auto con la agilidad felina que lo caracterizaba. Tomó sus zapatos con una mano y, sin previo aviso, la sostuvo con firmeza y la levantó en brazos.
- ¡Alexander! - exclamó en un susurro