Estoy en el sofá mirando la tele, he pasado todo el día en eso, sin ánimos de nada, ni siquiera he comido, tampoco he tenido el valor de contarle a mi madre, espero que mi padre por lo menos de la cara por eso.
Alguien toca el timbre y veo la puerta, pero me muevo de mi lugar, quien quiera que sea, quiero estar sola, el timbre vuelve a sonar con insistencia y hace que levante mi trasero con fastidio y pereza, al menos tengo ánimos de correr a quien sea que esté interrumpiendo mis ganas de no existir.
Llego a la puerta y la abro con pesadez, encontrándome con Nicolás.
—Vine en cuanto acabó mi turno —me da media sonrisa—, no respondías mis llamadas y la verdad es que estoy muy preocupado.
Mierda, lo amo, como quisiera abrazarlo y besarlo, pero es un hombre prohibido.
—¿No tienes una familia que atender? —Le hago una mueca.
Si me pongo a la defensiva siempre, se cansará y se alejará, así me ayudará por lo menos a no querer comérmelo.
—Ella sabe que eres buena amiga y te lo mereces —me re