Zaid la empujó otra vez, con tal agresividad que Jordan tropezó, apenas logrando mantenerse en pie mientras era obligada a avanzar, arrastrada por el terror.

A los ojos de Reinhardt, que aún se mantenía parapetado tras la esquina del pasillo, esa retirada significaba algo: Jordan quedaba fuera de la línea de fuego. Aunque hubiera preferido que Zaid se encontrara allí en ese preciso instante, sabía que lo inteligente era actuar de una vez. Tenía una oportunidad y no dudaría en usarla.

Con el pulso controlado, Reinhardt llevó la mano hasta su cinturón y sacó el único explosivo que llevaba consigo. No era potente a gran escala, pero tenía el poder suficiente para abrir un camino entre la lluvia de plomo.

Era el momento. Sin pensarlo más, retiró la espoleta y lanzó el artefacto hacia los enemigos apostados al otro extremo del pasillo.

Un estallido sacudió el corredor y la onda expansiva desgarró la carne de los más cercanos. Tres cuerpos salieron volando por el aire y dos quedaron hechos