Jordan y Reinhardt cabalgaban a toda velocidad, en lo que el caballo volaba sobre el terreno sin detenerse, sin mostrar ni una pizca de cansancio. Jordan, con la mirada al frente -pues era quien tenía las riendas del animal-, sentía la vibración del movimiento a través de su cuerpo. Estaba completamente concentrado en mantener el ritmo, en seguir cabalgando más rápido, tratando de ganar distancia entre ellos y los hombres de Zaid que habían empezado a perseguirlos.El coche que transportaba a Zaid y a sus hombres no se detenía, parecían no tener ninguna intención de rendirse. Cada vez que Jordan miraba hacia atrás, veía al vehículo acercándose, pero los pastizales, altos y espesos, ofrecían una ventaja. Aunque el coche podía verlos brevemente cuando cruzaban de un lado a otro, los terrenos difíciles hacían que la persecución fuera más difícil. El coche luchaba por mantenerse en el camino estrecho mientras Jordan y Reinhardt se adentraban con audacia en la maleza, alejándose de las rut
La caída había sido brutal. Jordan, luchando por recobrar el control de su cuerpo adolorido, se arrastró hacia Reinhardt, que yacía medio inconsciente sobre la tierra. Cada movimiento era un dolor agudo y cada respiración un recordatorio de la fuerza con la que habían golpeado el suelo. Con manos temblorosas, Jordan sacudió a Reinhardt, casi como si lo estuviera implorando,—¡Reinhardt, por favor, despierta! ¡No podemos quedarnos aquí! —articuló.Reinhardt, con los ojos entreabiertos, apenas pudo articular una palabra, pero la mirada de comprensión se reflejó en sus ojos cuando sintió la presión de las manos de Jordan. Sin perder más tiempo, se incorporó con dificultad.Por otro lado, el coche de Zaid frenó violentamente en dirección a ellos. El peligro estaba cerca, mucho más cerca de lo que Jordan había imaginado. El sudor frío le recorrió la frente y la pesadez en su pecho era casi insoportable, pero la necesidad de huir era más fuerte.—¡Vamos, vamos! —soltó Jordan, agachándose pa
Jordan, al escuchar su verdadero nombre salir de los labios de Zaid, se quedó paralizado, completamente congelado. El sonido de su nombre real, Isabella, se estrelló contra su pecho con la fuerza de un golpe. No era algo que temiera por sí mismo, pero el hecho de que Zaid lo hubiera pronunciado en frente de Reinhardt, el único que no sabía nada, era lo que lo aterraba. Esa revelación ponía en peligro todo lo que había construido, todo lo que había hecho para ocultar su verdadera identidad.Había sido consciente de que tarde o temprano Zaid lo diría. Era un hombre que disfrutaba de los juegos mentales, y nunca había tenido la intención de guardar el secreto por mucho tiempo. Sabía que, en algún momento, las piezas caerían en su lugar. Pero saberlo no hacía que el impacto fuera menos grave. A pesar de todo, ese nombre, esa parte de su vida que quería enterrar, había vuelto con una fuerza devastadora.Zaid, por su parte, temblaba de rabia con su pistola en la mano izquierda.—¡Ya no me i
Reinhardt emergió del río tambaleándose, con el cuerpo de Jordan aferrado contra su pecho. El agua goteaba de su ropa, de su cabello, de sus pestañas, pero él no lo sentía. Nada de eso importaba. Lo único que importaba era el cuerpo flácido en sus brazos, ese cuerpo tan ligero, tan helado, que parecía ya no pertenecer a este mundo.Reinhardt cayó de rodillas junto al chico, sin aliento, observando su rostro. Sus manos se posaron sobre su cuerpo, buscando signos de vida, asegurándose de que su respiración seguía. Necesitaba saber que no había sido demasiado tarde, que no había perdido la oportunidad de salvarlo.Sin embargo, notó que no respiraba. Su piel estaba fría, más fría de lo que podría soportar, y el pulso de Jordan, si es que alguna vez estuvo presente, había desaparecido.Reinhardt lo revisó rápido. No respiraba. No se movía.Buscó el pulso en su cuello. Nada. Se lo buscó en la muñeca. Nada.—¡Mierda! —siseó, negando con la cabeza, sin darse cuenta de que hablaba.Había visto
Un zumbido sordo fue lo primero que Jordan percibió, incluso antes de abrir los ojos. Todo su cuerpo se sentía pesado, como si una fuerza invisible lo mantuviera anclado al colchón. Lentamente, muy lentamente, logró entreabrir los párpados, solo para ser cegada por una luz intensa que la obligó a cerrarlos de nuevo.El dolor le atravesó la cabeza como una ráfaga, punzante y persistente. Una sensación de mareo la envolvió y sus propios párpados parecían pesar una tonelada. Con esfuerzo, llevó una mano temblorosa hasta su frente, como si pudiera calmar el latido doloroso que sentía en las sienes.A lo lejos, como si viniera desde un túnel lejano, escuchó una voz. Era femenina, pero demasiado lejana y distorsionada para entender lo que decía.Intentó abrir los ojos otra vez, parpadeando en un intento torpe de enfocar algo, pero todo a su alrededor era una masa de sombras y luces borrosas.Por instinto, trató de incorporarse. Su cuerpo, sin embargo, no respondió como ella quería. Apenas l
Jordan cerró los ojos un momento, dejando que el cansancio la envolviera, pero enseguida los volvió a abrir con dificultad. El pecho le dolía, el recuerdo del disparo regresaba con fuerza, como una sombra pesada sobre su mente.—Es un poco difícil que no me preocupe —murmuró, mirando el techo—. Creí que iba a morir cuando recibí ese balazo... Y cuando caí al río y sentí que me estaba ahogando, pensé que definitivamente ese sería mi fin. La corriente era fuerte, no podía nadar, no podía luchar. No puedo creer que realmente esté viva.Simone, sentada a un lado de la cama, le dedicó una mirada comprensiva.—Pues te aconsejo que sigas descansando, que te repongas... y que reúnas toda la fuerza necesaria. Porque te hará falta.Jordan giró la cabeza lentamente hacia ella, frunciendo el ceño.—¿Por qué dices eso? —preguntó con desconfianza.Simone bajó un poco la vista, como si calibrara sus palabras antes de soltarlas.—Porque la situación se ha vuelto bastante difícil para ti —respondió—.
Simone pareció quedarse unos segundos sumida en sus pensamientos, como si analizara cada posibilidad con detenimiento, hasta que finalmente volvió la mirada hacia Jordan.—O tal vez —comenzó a decir en voz baja—, Reinhardt está planeando algo mucho peor. Quizá solo está esperando a que tu herida sane, no para matarte inmediatamente... sino para hacerte pagar de otra manera, para que entiendas cuán furioso está contigo. Y, ¿sabes cuál es la peor forma de tortura, Jordan? —Simone hizo una breve pausa—. Aquella que nunca se termina. Esa que no te mata, pero tampoco te deja vivir. La que sigue y sigue, aunque supliques, aunque llores, aunque le implores que te quite la vida... pero no lo hace. Y cuando crees que finalmente vas a romperte del todo, cuando piensas que ya no puedes soportarlo más, te cura. Te da tiempo para sanar, para recomponerte, para recobrar las fuerzas... solo para empezar todo otra vez. Será un ciclo interminable. Y lo peor, es que ni siquiera tendrías la opción de ac
Su cabello había crecido un poco más durante aquellos días de encierro. No era que le llegara a los hombros ni mucho menos, pero ya era lo suficientemente largo como para que algunos mechones sueltos le molestaran en la frente. Jordan pasaba gran parte del tiempo apartándolos hacia un costado, intentando mantenerlos fuera de sus ojos. La ropa que vestía seguía siendo la misma de siempre: ropa de hombre. No tenía prendas femeninas y, de todas formas, no planeaba cambiar su aspecto por el hecho de que Reinhardt supiera ahora su verdadero género. Ella seguía siendo la misma, incluso en esas circunstancias, confinada en aquella habitación.Un día, mientras leía uno de sus libros, concentrada en las palabras para no pensar en el peso de la incertidumbre, escuchó que la puerta se abría. Instintivamente, sin apartar del todo la vista de su lectura, pensó que sería Simone trayéndole la comida, como siempre.—¿Ya es hora de comer? —soltó Jordan, sin levantar la cabeza al instante. Sin embargo,