—Ya no tienes remedio —se burló Jacob cuando lo visitó al día siguiente—. Te has vuelto un romántico empedernido.
Connor sonrió mientras paseaba junto a él por el jardín con su hijo en los brazos.
—¿Lo dices por la casa? No es nada del otro mundo, solo quería que Baby y Sam estuvieran cómodos —respondió Connor—. Luego ya no me pude contener y la llené de chucherías, lo reconozco.
Jacob se rio sin poder disimular su alegría.
—Todavía recuerdo el día que la conociste, estábamos en el Spectrum y dijiste que tus reglas eran simples: El trabajo es lo primero, el amor no existe, y mi único compromiso es con la justicia.
Connor asintió pensativo al recordar aquello.
—Parece que fue hace siglos. Supongo que todas esas reglas se fueron al demonio. El amor sí existe,