2 Ellos.

TRAVOS.

Travos se encontraba en compañía de una bruja roja, las de este tipo eran las más pasionales y era por eso que él las buscaba, los brujos y brujas eran seres libres, en ellos o en la mayoría, predominaba la pasión, ya que su poder iba acompañado de su libido, a mayor poder, más calor sentían, no tenían problema alguno con eso, ni juzgaban a su especie, así fueron creados, pero también se debían a una regla, una vez que encontraban a su media alma, o pareja destinada, solo podían estar con ella, ya que si eres capaz de traicionar a quien está a tu lado cando tus ojos están cerrados, eres capaz de traicionar a todos.

El aquelarre que había formado Travos estaba compuesto por los brujos con mayor poder que existían, en ese aquelarre podías encontrar bujas rojas, seres capaces de manejar los elementos a su antojo, brujos verdes, que podían engañar el corazón y la  mente además de manejar a los animales y luego estaban los brujos  negros, eran los más peligrosos, seres sin escrúpulos, dispuestos a todo con tal de conseguir poder, ellos estaban formados por los más viejos de la tierra, los que en un principio eran brujos blancos, pero que cambiaron la mitad de alma que tenían a cambio de que se les otorgara más poder, por el solo hecho de poseerlo, entre ellos estaba Travos.

El dolor de este brujo lo llevo a realizar magia que estaba prohibida, y así la media alma que poseía fue tomada como pago, el infierno esperaría por él, cuando su tiempo se agotara ya no habría reencarnación, solo la nada, desaparecería por completo, aun sabiendo esto, hizo el pacto, solo para encontrar a Yunuen, su pareja, pero cuando su poder incremento, la lujuria también y tomo a cuanta bruja se le ofrecía, hasta esa tarde. Rompiendo con su ley más poderosa.

—Travos, ven, tengo calor. — dijo de forma provocadora Maly.

— Ella está cerca. — respondió el hombre mientras sus ojos viajaban por el horizonte como si pudiera ver más allá de lo que se mostraba a la luz del día.

—Ella traerá problemas, sabes que es…

— ¡Si te atreves a decir una sola palabra de mi Yunuen, no quedaran ni tus cenizas! — advirtió, para luego girar y mirar de forma desafiante a la bruja roja.

— Disculpa mi osadía, no lo volveré a hacer, ¿saldrás a buscarla? — pregunto con curiosidad.

— Pronto, debo reunir todo lo necesario para que el hechizo funcione.  ¡Archi! — grito un poco molesto por la tardanza de Maly en retirarse, el hecho de sentir la energía de Yunuen cerca, lo hacía sentir mal, al haber engañado a su compañera.

— Señor. — dijo el mago verde apenas ingreso.

— ¿Conseguiste todo? Yunuen está cerca. — el brujo tembló un poco, antes de responder.

— Señor, creo que debería hablar primero con la suprema…

— Tu suprema es mi Yunuen, mi media alma, ella se debe a mi… — Travos no pudo terminar de decir su juramento, pero Archí sí.

— Ella se debe a usted como usted a ella. —  el reclamo está allí, Travos llevaba tiempo engañando a su media alma y todo era su culpa, por poseer tanto poder.

— Lo sé, necesito lo que te pedí.

— Tenemos a una niña vampiro, costo conseguir a un vampiro que convirtiera a una niña, pero lo conseguí. —  el brujo estaba orgulloso de cómo había usado su magia sobre aquel vampiro solitario y errante.

— ¿Tiene menos de diez años?

— Sí señor, también tenemos al niño humano, solo nos falta el niño lobo, pero estamos cerca de una reserva, la manada Vanagandr.

— Debemos tomarlo a lo último, algo me indica que mi Yunuen se dirige a estas tierras, no quiero comenzar una matanza antes de tiempo, ya después que mi poder este completo nos adueñaremos de todo, ellos serán nuestras mascotas. —  dijo con soberbia.

— Travos. —  para esta altura los brujos estaban solos, Archí lo conocía desde hacía siglos a Travos, y solo guardaban las apariencias frente a los demás brujos.

— No quiero oírte Archí.

—Pero tendrás, te he servido durante años, conozco tu dolor y el de Yunuen, no olvides que vida tras vida los he ayudado a rencontrarse, pero desde que me pediste que te ayudara con ese conjuro… realmente ya no tienes alma. —  dijo con dolor su amigo.

— Lo sé, y es por eso por lo que debemos hacer el mismo conjuro con mi amada, solo así la maldición se terminara, ¿no lo entiendes? ¡Son nuestras almas las que están malditas! —  dijo exasperado.

— Pero sin alma ¿qué te atara a ella? —  pregunto con toda lógica su lacayo, después de todo era la esencia de sus almas las que se llamaban como el canto de las sirenas a los marineros, para hundirlos en un mar de amor y Lujuria.

— Nuestro amor, por siempre y para siempre, eso es lo que nos mantendrá juntos, la promesa de amor eterno.

— Entiendo tu dolor, pero…

— Pero ¿Qué? —  dijo girando y mirando por primera vez los ojos de su antiguo amigo.

— Condenaras el alma de esos tres niños, matar niños no es lo mío.

— Pero ya lo has hecho. —  rebatió con burla.

— Pero no sabía que los matarías, tu solo dijiste que te ayudara…

— Y lo hiciste, hace cien años entregué las almas de un vampiro, un humano y una loba menores de diez años, y ese hecho fue lo que provocó que perdiera mi alma, tu no los mataste fui yo.

Hace 100 años Travos perdió la poca alma que tenía, creyendo que con eso se libraría de su condena, la verdad, es que solo se condenó a perder todo.

CALIXTO.

El vampiro que no aparentaba más de 25 años caminaba una vez más por aquel lugar, las décadas habían cambiado un poco el paisaje, pero para él seguía siendo el mismo, un vampiro tan antiguo como él era  difícil de sorprender, llevaba casi mil años vagando, su pareja eterna nunca había llegado, y él solo se movía por inercia, buscando a su amada Levana, aquella vampiro que él amaba con locura, su reina, la que los cazadores habían matado por haberse enamorado de uno de ellos, a pesar de que este vampiro la seguía como polilla a la luz, ella se había enamorado de un humano y no cualquier humano, era un cazador, trato de advertirle, trato de salvarla, pero todo fue en vano, la perdió, aun así Levana le juro que volvería, solo para darle un obsequio por ser el más fiel de todo su Clan, ese que aun sabiendo que se dirigían a su muerte la acompaño.

“No temas por mí, ni por ti, la Diosa Luna que nos creó, tiene una misión para mí, si hoy muero a causa de la traición de mi amado, la profecía se cumplirá, y renaceré aún más poderosa, pero, sobre todo, por mi sangre muchos vivirán, mi Calixto, mi fiel amigo, mantente con vida hasta mi regreso”.

Y eso fue lo que el rubio y bien fornido vampiro hizo, por casi mil años vago por todo el mundo buscando un indicio de que ella había vuelto, una vez más como hacía 21 años atrás camino por aquellas calles, pero esta vez algo llamo su atención, un aroma que él conocía y que llevaba a fuego grabado en su mente y su corazón.

— Levana. —  dijo al tiempo que sus ojos se tornaban rojos.

Camino desesperado, siguiendo tan exquisito aroma, hasta que llego al frente de una casa, parecía igual que cualquier otra, pero en su interior había aromas que el reconocía, ninfa, bruja, vampiro, lobo, dos híbridos y ella, su Levana, sin perder tiempo o detenerse a pensar ¿Por qué la mezcla de aquellos olores, en aquella casa?  derribo la puerta e ingreso, solo para descubrir que en aquel lugar ya no había nadie, pero no le importaba, ahora sabía que su reina había regresado como se lo prometió, y se dio a la tarea de seguir su olor, sin importarle a donde lo llevara, aunque sea a la misma boca del lobo.

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