Axel Cox
Axel Cox
Por: Nico R. Jiménez
Axel Cox

18 de diciembre de 1996.

 

°AXEL COX°

 

—Mamá, papá ya llegué. 

 

A medida que caminaba lo único que me acompañaba era un total silencio, podía escuchar mi propia respiración y palpar con mis manos el miedo latente que había en mí. Podía sentir que la muerte me respiraba en el cuello y algo no terminaba de convencerme.

 

Mi hermanita de cinco años siempre está pendiente de mi llegada pegada en la ventana y sale a recibirme cuando llego de la universidad, pero esta vez no lo hizo y me hace estar alerta. 

 

Mi padre desde una temprana edad me enseñó todo lo que sé, desde el manejo de armas blancas y de fuego hasta caminar sin hacer el mínimo ruido, mi padre dice que soy como un gato astuto, sigiloso y desconfiado. 

 

No es secreto que mi familia pertenece a uno de los grandes carteles de la mafia Neoyorquina y que estamos en el ojo del huracán como dice mi padre. El poder y la ambición por estar en la cima de este bajo mundo tiene un alto precio que pagar, es simple; vives o mueres y yo no estoy dispuesto a ninguna de las dos opciones, prefiero penar. 

 

Me muevo con sigilo dentro de la casa y me dirijo hacia la cocina y saco un arma de fuego de la planta artificial que se encuentra al lado de la nevera y le coloco el silenciador. Me desplazo con cautela lo más rápido que puedo y empiezo a buscar a mis padres y a mi hermanita, pero no doy con nada aún, el único lugar que me queda por buscar sería el despacho y el sótano.

 

Debo entrar en el despacho, abrir la caja fuerte y sacar lo que hay dentro, según hay documentos importantes que debo llevar conmigo en caso de que haya ocurrido lo peor. En el despacho se escucha un silencio atronador, cuando decido entrar jamás esperé llevarme la peor de las imágenes y todo lo que hice fue detonar mi arma contra dos de esos hombres y dejar con vida solo a uno que supongo, es el líder. 

 

—¡Te voy a matar hijo de puta!— grité bajo su atenta mirada y risa maliciosa.

 

—Ah, sí, ¿tú y cuántos más?

 

Estoy lleno de ira, de absoluto odio y todo lo que quiero es matar. Cobrar venganza por mi propia mano y así quizás apaciguar un poco el dolor y la rabia que me gobierna al ver a mi pequeña hermanita colgada del techo desde sus muñecas, sin ojos, con un agujero en donde debería estar su corazón y con sus piernas todas cortadas. La sangre que corre por su cuerpo adorna la elegante alfombra blanca que está en medio del despacho. 

 

«¿Acaso era necesario tanta crueldad con una niña?».

 

Mi madre yace a los pies de mi padre desnuda, ha sido abusada por estos malditos, de sus partes íntimas emana sangre y siento un dolor infinito al ver que agoniza, sus implantes han sido desgarrados y ya no sé si pueda soportar todo esto. 

 

Mi padre se contiene para no romperse, sé que está sufriendo, pero está atado a la silla sin poder hacer nada más que observar como la niña de sus ojos es un cuerpo inerte y como su amada esposa cada vez está más cerca de la muerte. No puedo soportar un segundo más viendo a mi madre de esa manera, así que decido darle el descanso que necesita, acabar con su dolor de una buena vez. Mi padre lo suplica, lo implora con la mirada, así que halo el gatillo y doy un disparo certero en su cabeza. 

 

—¡Vaya Demetrius! Tu hijo como que tiene más bolas que tú—su risa burlona me hace hervir más la sangre—, quizás decida dejarlo con vida y que trabaje para mí, ya sabes, es mejor tener al enemigo cerca. 

 

—¡Vete al maldito infierno Taylor!—exclamó mi padre—. Será mejor que acabes con lo que has empezado, de lo contrario no saldrás con vida de este lugar.

 

—¿Y quién va a impedirlo?, tú estás atado y tu chiquillo con aires de hombre araña ha llegado tarde para salvar a los suyos. ¡Qué conmovedooorrr voy a llorar!—empezó a caminar por los alrededores hasta posarse detrás de mi padre—. Se me acabó la puta paciencia, dime cuál es la combinación de la caja fuerte. 

 

Entonces, halo del cabello a mi padre y coloco el arma directo en su sien, de pronto empecé a sudar frío, mi corazón latía rápidamente y con decisión elevé mi arma apuntando a ese tal Taylor, tenía que salvar sí o sí a la única persona que me quedaba en este mundo.

 

—No le digas nada Axel, ¡que se joda este hijo de puta!—por más que mi padre me gritara que no soltara la lengua, tenía miedo de perderlo también y quedarme completamente solo. 

 

—Creo que esa no era la respuesta correcta, Demetrius—apuntó a una de sus piernas y disparó, solo se pudo escuchar el grito de dolor de mi padre—. Te preguntaré por última vez porque estoy perdiendo la poca paciencia que me queda y tengo cosas importantes que hacer—me miro y dijo—: Esta vez el disparo irá directo a la cabeza de tu papi si me tratas de joder. ¿Cuál es la puta contraseña?, no, mejor camina chiquillo con bolas y colócala, no hagas nada estúpido porque lo próximo que verás adornar este colorido espacio será el cuerpo inservible de tu padre. 

 

—¡No lo hagas Axel!—me gritaba— ¡escúchame carajo!—con lágrimas en los ojos caminé hacia la caja fuerte y coloqué la contraseña.

 

No quería más de esto, me bastaba con mi madre y mi hermanita muertas, pero fui demasiado ingenuo y me dejé llevar por el sentimentalismo, por el miedo de verme completamente solo cuando el destino de cada uno en este despacho ya estaba escrito. Cuando pude abrir la caja fuerte escuche el sonoro disparo que hizo a mi corazón paralizarse y cuando me gire a ver, ese sujeto se reía con suficiencia al ver que llevó su plan con éxito. 

 

Con la rabia que me gobierna cerré la caja, de aquí saldré muerto, pero no se llevara lo que mi padre tanto me pidió que protegiera hasta su último aliento. 

 

—¡Vete a la m****a Taylor o como te llames!—grité—, no obtendrás nada de lo que hay dentro.

 

—Tienes agallas, chico, pero no tengo tiempo de quedarme a lidiar contigo. 

 

Cuando me apuntó pensé que era mi final, pero un fuerte sonido de algo estallando hizo eco en la espaciosa habitación, rápidamente todo se convirtió en humo, escombros y aunque quise permanecer por más tiempo despierto la oscuridad se apoderó de mí. 

 

 

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